Los muros de piedra en seco son una de las señas de identidad del paisaje menorquín. Más que simples divisiones de terreno, estas estructuras son testigos de la historia y el esfuerzo de los artesanos que las construyen: los «paredadors«.

Un legado de más de 12.000 kilómetros
Menorca está atravesada por una red de muros de piedra en seco que, si se colocaran en línea recta, superarían los 12.000 kilómetros de extensión. Su función es doble: por un lado, dividen los campos y mantienen al ganado en su lugar, y por otro, solucionan un problema muy característico de la isla: el exceso de piedra en los terrenos de cultivo.
Esta técnica, que se ha mantenido prácticamente inalterada durante siglos, es un ejemplo de sostenibilidad. No requiere cemento ni otros materiales artificiales, solo piedra local, que es abundante y reutilizable. Además, las únicas herramientas necesarias son martillos y la destreza del artesano.

Paredadors: guardianes de una tradición milenaria
El oficio de «paredador» es un arte que requiere años de práctica. Los artesanos aprenden a seleccionar cada piedra para que encaje perfectamente con la siguiente, manteniendo la inclinación adecuada y respetando la proporción entre ancho y altura para garantizar la estabilidad de la estructura.
Pero su labor no se limita a la construcción de muros. También diseñan y levantan otros elementos esenciales del paisaje rural menorquín, como barracas de piedra, refugios abovedados utilizados tradicionalmente para el ganado, o cercados para proteger los árboles frutales.
Uno de los ejemplos más impresionantes de este arte es la barraca construida por Biel Pons, un maestro paredador de cuarta generación. Su estructura, de casi siete metros de altura y once de diámetro, se erige sin una sola gota de cemento, demostrando la increíble precisión de esta técnica ancestral.

Un oficio con futuro incierto
Pese a la dureza del trabajo, quienes se dedican a este oficio sienten una profunda satisfacción. Tomeu Sintes y Biel Pons, que aprendieron el arte de la piedra en su adolescencia, siguen trabajando a sus 60 años con la misma pasión de siempre.
Sin embargo, el futuro del oficio no está asegurado. Aunque siempre habrá muros que reparar y nuevas estructuras por construir, cada vez menos jóvenes menorquines muestran interés en aprender este antiguo arte. En un mundo cada vez más tecnológico, la figura del paredador se enfrenta al reto de encontrar nuevas generaciones dispuestas a continuar con esta tradición centenaria.

¿Te ha fascinado el arte de la construcción en seco?
Si quieres descubrir más sobre la historia y el patrimonio de Menorca, sigue explorando nuestro blog. Te recomendamos consultar el artículo sobre otro de los oficios tradicionales y artesanales tan típicos de Menorca: Arader. Y si sueñas con una casa rodeada de estos muros tan emblemáticos, en Portal Menorca podemos ayudarte a encontrarla.